sábado, 8 de febrero de 2014

MIS RECUERDOS (IV)

Después de realizar algunos viajes a Cuba ocupando plaza de 1er Oficial en el “Sierra María”, desembarqué para disfrutar de unas merecidas vacaciones y a continuación hacer el cursillo de Capitán, esto ocurría allá por Septiembre de 1964. Me matriculé en la academia Santa María de Madrid y obtuve el titulo de Capitán en la primera convocatoria de 1965.  Durante mi estancia en Madrid se produjo el desgraciado accidente del “Sierra Aránzazu”, que fue atacado por anticastristas y donde murió el Capitán D. Pedro Ibargurengoitia junto con dos Oficiales cuyos nombres no concibo recordar. Este abominable hecho junto a la presión ejercida por EE.UU., que incluyó a todos los buques de la Compañía en una lista negra, hizo que la  Empresa reconsiderara su postura y desistiera de seguir manteniendo la línea con Cuba. Los tres buques que quedaban efectuando dicho tráfico: “Sierra Andía”, “Sierra María” y “Sierra Madre”, efectuaron un viaje más y de esa forma quedó cerrado el capitulo cubano.

Una vez finalizado el examen de Capitán, me incorporé como 1er oficial al “Sierra Aramo”, donde volví a coincidir con el Sr. Echevarría como Capitán. Él fue quien unos meses después me notificó que había recibido órdenes de la Empresa de desembarcarme porque tenía que hacerme cargo del mando del “Sierra Blanca” que se encontraba en Bilbao. Nunca podré olvidar que a mi paso por Madrid coincidí con mi padre, quien acababa de desembarcar del V. “ITA” y se dirigía a Málaga para disfrutar de una merecida jubilación, fue un día entrañable difícil de olvidar.
Como estaba previsto tomé el mando del “Sierra Blanca” en el puerto de Bilbao. Ya conocía el barco porque anteriormente había ocupado plaza de 1er Oficial estando al mando de D. Antonio Olondo Elorduy y además, también había estado embarcado en su gemelo “Sierra Banderas” durante algunos meses hasta que –desafortunadamente- se hundió en la entrada de la ría de Suances, cuando salíamos del puerto de Requejada después de haber tomado un cargamento de mineral para el puerto de Bremen. Por tanto, ni el tamaño ni el tipo de buque fueron una sorpresa para mí.
Cuando uno cursa la carrera de Náutica, lo lógico es, que la meta sea llegar algún día a mandar un buque, independientemente del tamaño de éste. En el momento en que se está saliendo por primera vez de puerto como Capitán, además de sentir cierto cosquilleo en el estomago y algo de temblor en las piernas, que nunca antes sentía, suelen pasar por la mente un sin fin de pensamientos que en cada caso será distinto, de acuerdo a como le haya ido su vida profesional hasta ese momento, pero creo no equivocarme si pienso que todos, al mismo tiempo que sentimos la inmensa alegría de haber culminado nuestro mayor deseo profesional, sentimos cierta incertidumbre por lo que está por llegar, por lo que nos deparará la vida a partir del momento en que te conviertes responsable de las vidas y de los bienes que te han sido encomendados. Es un momento inolvidable e inenarrable; para mí así fue.

En el “Sierra Blanca” tomé mi primer mando

El cosquilleo y el temblor de piernas, gracias a Dios me duraron bien poquito, muy pronto tuve que ponerme las pilas porque desgraciadamente a las pocas horas de salir de Bilbao se cerró en niebla, niebla que perduró hasta unas horas antes de llegar a tomar prácticos de Rotterdam. Mi bautizo como Capitán fue un bautizo en condiciones, difícil de olvidar.
Durante el tiempo que estuve al mando del “Sierra Blanca”, me pateé todo el Mar del Norte. La línea regular que tenía establecida la Compañía la cubrían cuatro barcos, que hacían escala normalmente en Hamburgo, Bremen, Ámsterdam, Rotterdam, Amberes, Pasajes, Bilbao, Santander Gijón y Avilés y alguno más que te podía tocar de improviso. Pues bien, esta línea tenía la modalidad de tener un buque “escoba”, que tenía la finalidad de entrar en todos estos puertos para recoger la carga que por falta de espacio no habían podido cargar lo buques titulares; la entrada estaba establecida obligatoria y teníamos que entrar hubiese o no hubiese carga. A veces era llegar y besar el santo y vuelta a salir. Lo peor de esta circunstancia es que siempre íbamos a menos de media carga con lo cual la travesía del Golfo de Vizcaya a veces resultaba bastante penosa. La parte buena de este sistema es que la Compañía nunca puso reparo a que entrásemos de arribada en el momento que lo consideráramos oportuno. La seguridad primaba por encima de cualquier otra circunstancia. Debido a lo cual, a parte de los puertos reseñados, conocíamos infinidad de rincones donde resguardarnos de los frecuentes malos tiempos tanto en la costa inglesa como en la costa francesa.
Después de una temporada haciendo de barrendero, me transbordaron al “Sierra Urbión” que iba a efectuar algunos viajes a Sudamérica, concretamente a Argentina y Uruguay, para transportar maquinaria destinada al montaje de ingenios azucareros. La descarga de toda esta maquinaria se efectuaba en los puertos de Buenos Aires, Ingeniero White, Puerto Belgrano cuando se trataba de maquinaria extremadamente pesada y en Paysandú la destinada a Uruguay. Era la primera vez que tenía contacto con puertos sudamericanos.
Para poder efectuar esos viajes, nos tuvieron que instalar una emisora de onda corta, recuerdo que fue un Furuno, no más grande que un maletín de mano, que me hizo perder muchas horas de sueño, ya que la única posibilidad de conectar con España era de madrugada y no siempre se conseguía; me salieron callos en los codos de tantas horas como le dediqué a intentar establecer contacto con Pozuelo del Rey.   De estos viajes guardo tres malos recuerdos. Un temporal que nos las hizo pasar canutas en el golfo de Santa Catalina (en la costa brasileña) debido a que llevábamos mucha maquinaría en cubierta difícil de trincar (sin daños que lamentar). Una embarrancada  en el rio Uruguay a pesar de llevar dos Prácticos a bordo y navegar en lastre ya que se había finalizado la descarga en Paysandú y de la cual salimos por nuestros propios medios, mientras las autoridades argentinas y uruguayas discutían a quien le correspondía dar el servicio de remolque solicitado.  El tercer recuerdo al que me voy a referir es más bien un caso anecdótico. Una vez finalizada la descarga y para no volver en lastre a España, la Compañía buscó y encontró un flete para transportar un completo de speller de lino desde un puerto argentino al puerto francés de Granville. El puerto argentino prefiero omitirlo y sólo diré que es un puerto pequeño y que se suele cerrar en caso de mal tiempo con mucha frecuencia. En ese puerto había una “Sala de Fiestas” (lo que vulgarmente llamamos un puticlub) regentada por una catalana, que según las malas lenguas estaba liada con el Capitán del puerto. Tres días estuvimos con el puerto cerrado sin poder salir a la mar. Hasta que la tripulación del “Sierra Urbión”  no se dejó el último centavo en la Sala de Fiestas no dieron las órdenes pertinentes para podernos hacer a la mar. Recuerdo perfectamente los comentarios que me hacía el 1er Oficial  que se lo pasó bomba con todo este jaleo, era un solterón empedernido muy dado a pasárselo bien en ese tipo de ambiente. En nuestro viaje de regreso nos cogió bastante julepe ya cuando nos encontrábamos en el golfo de Vizcaya que nos motivó un pequeño corrimiento de carga, la escora producida la pudimos compensar con los tanques de lastre y sin más novedad arribamos al puerto de Granville,  situado muy cerca del famoso Monte Saint Michel, donde tuvimos la ocasión de apreciar el gran efecto de las mareas en aquella zona. Entrabas en puerto con la pleamar, cerraban la compuerta  y pocas horas después no encontrabas la mar por donde habías navegado. Una amplitud de marea parecida solo lo recuerdo en el estrecho de Magallanes.
Después de realizar algunos viajes más hasta la entrega total de la maquinaria contratada, el “Sierra Urbión” volvió a su ruta normal del Mar del Norte, y a  mí me transbordaron al “Sierra Estrella”, un buque mixto con una pequeña bodega frigorífica de aproximadamente 120 m3, que junto con sus gemelos “Sierra Escudo” y “Sierra Espuña” había construido la Compañía en astilleros de Bilbao, y creo que nunca se llegaron a imaginar que ese era el inicio del gran cambio experimentado por Marítima del Norte en los años siguientes, durante los cuales, todo lo que se construyó fueron buques frigoríficos, los de carga seca se reconvirtieron en frigorífico y Marítima del Norte se convirtió en la Compañía más fuerte en España en lo que a transporte frigorífico se refiere. Durante muchos años se prestó servicio de transbordo a toda la flota pesquera española que faenaban en aguas extranjeras, a los marisqueros en Senegal, Guinea, Angola, Mozambique y Argentina, a los merluceros que se encontraban en Sudáfrica, Argentina , Chile y las Malvinas a los atuneros que se encontraban en el Pacífico, Atlántico o Índico.  A todos ellos se le prestó no solo servicio de transbordo sino de avituallamiento y combustible que se les llevaba desde España, facilitando su trabajo y contribuyendo de una forma imparable a la gran expansión que durante algunos años experimento la flota pesquera española.
 “Sierra Estrella”
De lo único que no puedo hablar es de los bacaladeros, ese tema se lo transfiero a mi querido amigo Sergio Reyes, Capitán de Pesca, que lo sabe todo sobre el bacalao y que lo prepara espléndidamente. ¡Avante cuando quiera!                       

Capitán A. de Bonis 


1 comentario:

  1. Probablemente tomo el mando del Sierra Blanca ,estaria embarcado quien facilitó la foto del barco; Enrique Roza , de ser así , un saludo en su nombre

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